Hoy en mi monótono recorrido de la academia (donde estudio) a mi casa, luego de bajarme de un bus, me
disponía a coger el otro. Mientras esperaba el otro bus se me acercó un señor en
situación de calle, de unos 50 años, aproximadamente, me dijo: “Joven, ¿tiene
una monedita? Es que quiero un salpicón” me dijo esto estirándome la mano,
mostrándome las monedas, él esperaba que yo le diera dinero, pero le dije: “venga
vamos y le compro uno”, nos acercamos al lugar donde los vendían, que es a unos
cuantos pasos de donde cojo el bus, le compré un salpicón y me fui a sentar, se
me acercó de nuevo a agradecerme, se sentó a mi lado y me dijo “me llamo
Fernando, gracias por darme este salpicón, tenía muchas ganas, pero casi nadie
le da monedas a un viejo como yo, muchos me huyen” yo me quedé en silencio
mientras lo miraba, un poco asustada porque no me pareció normal que se me
acercara, mucha gente curiosa nos miraba, me dijo:
-“¿le molesta que le hable, joven?”
–No señor, no me molesta.
-“Le puedo contar mi historia, quiero hablar con alguien,
hace mucho nadie me dejaba sentarme a su lado, no me dejaba dirigirle la
palabra.”
-Claro que sí, cuénteme, yo lo escucho. (Aún con un poco de
miedo)
-“Llevo casi 7 años en esta situación. Terminé el
bachillerato y estudié un pre-grado, conocí, por desgracia, las drogas, el
alcohol, y las rumbas. Me dejé llevar por todo esto, en su tiempo todo eso
tenía cierto encanto, me cegó, me idiotizó, me tiró a la calle. Señorita, si
pudiera devolver el tiempo, seguiría estudiando, porque amo estudiar, amo poder
leer un libro, amo escribir. Si pudiera devolver el tiempo, estaría trabajando,
tendría una familia y hasta daría la vida por ellos, pero ahora no tengo nada,
solo tengo hambre y esta asquerosa ropa, señorita. “
Yo lo escuchaba en silencio, a punto de llorar, por la forma
en la que me miraba y hablaba.
Continuó:
-“Sabe, no hablo nunca con la gente, porque como ya dije, me
huyen, es raro estar sentado al lado de una joven tan bonita y que no se ponga
de pie y se marche, sino que se queda a mí lado, escuchándome, niña, por gente
como usted, que no me dio dinero sino que a mí lado fue y me regaló un
salpicón, por gente tan humilde como usted es que sigo creyendo en la humanidad,
no creo en mí, porque yo me perdí, yo a veces me odio por eso, pero sí creo en
ustedes, los que siguen luchando sin perder de vista sus meta. No quiero pedir
dinero, pero me toca, nadie me da trabajo, nunca nadie quiso darme un empleo, no
voy a negar que vivir en la calle me ha ayudado mucho, he aprendido cosas que
uno en su casa nunca va a conocer, he conocido gente mierda, no se imagina
cuanto, me han golpeado sin razón alguna, me han insultado, me han ignorado, y
usted, usted me ha dado alimento y me está escuchando, gracias.
Si usted viera cuantos poemas inspira esta
bonita ciudad, su bella gente, yo escribo muchos poemas y cartas, cartas que no
tienen destinatario, es triste decirlo *empieza a llorar*, yo perdí a mis seres
queridos desde antes que murieran, es muy triste eso, señorita, la vida es
bella, pero si uno no se sobre pasa, es bueno ser libre, pero uno se deja llevar
y eso ya es libertinaje.
Aunque usted me vea aquí, tan feo, sucio, mal oliente,
viejo, yo amo, amo con locura la vida y a esta ciudad, la recorro con ilusión,
algún día todo cambiara y si muero, moriré conociendo cosas, con miedos, odios,
con dolor, pero siempre moriré con amor, a mí la vida me ha dado duro, pero es
porque me lo merezco, en fin…
En este lugar la gente me tiene miedo, asco, es indiferente,
hace mucho no hablaba con nadie, señorita, gracias por escucharme, sé que usted
debe irse, perdóneme por robarle su
tiempo, pero sepa que es lo único que robaré, gracias.”
*Nos dimos la mano y
cada uno por su lado*
Sin pronunciar palabra alguna lo escuché de principio a fin,
me pareció muy bello ese encuentro, esas palabras, muchas veces uno se deja
llevar por sus placeres momentáneos, pero aunque hay que vivir el presente, no
debemos descuidar nuestro futuro. De antemano gracias por leer esta historia
que se escribió sola hoy, gracias a Fernando por, como dijo él, “robarme mi
tiempo”, pero fue el tiempo mejor invertido, una charla bella, sin entrar en
muchos detalles, me enseñó uno de sus escritos, muy bello, se lo devolví, y me
dijo que no me lo regalaba, porque era el único que guardaba, era el único
escrito que de verdad amaba. Hoy lloré, entendí que en la calle hay millones de
historias que necesitan quién las escuche, las entienda y las difunda. De
nuevo, gracias por leer.